Escribo esto con ARCO a la vuelta de la esquina (hoy faltan poco menos de 20 días) y con ello comienza la cuenta atrás para que empiece el espectáculo. En esta feria, como sucede en todas, habrá arte malo, regular, bueno y superior. Cada cual sacará sus propias conclusiones. Cada espectador que aguante su vela. La organización de un evento de semejante envergadura no debe ser fácil, así que creo que hay que dar cierto margen a las expectativas y no acudir a la feria con una actitud demasiado crítica a priori. Hablando desde la subjetividad, me permito afirmar que habrá cosas que nos gusten y cosas que no. Pero, en mi humilde opinión, entiendo que para alguien que entra en ARCO con el fin principal de disfrutar a nivel estético, sin olvidar que se trata de una feria y eso significa negocio, es mejor recorrer las calles del recinto de IFEMA con la mirada limpia, paseando por los stands con la mente abierta a recibir alguna que otra grata sorpresa. Siempre, o casi siempre hay alguna sorpresa. Siempre, o casi siempre hay alguna pieza que te vapulea, conmueve o te lleva a la reflexión. Placer estético, en definitiva. Y con que suceda en unas pocas ocasiones durante el recorrido, ya habrá valido la pena.
Otro
tema será el concerniente a los medios de comunicación. Algunos medios
especializados nos ofrecerán documentos a la altura de nuestros intelectos
ávidos de información y crítica de calidad. En el correr de los ríos de tinta de
las semanas posteriores a la feria, tendremos la oportunidad de tener entre
nuestras manos alguna que otra exquisitez, ya sea en papel o en formato digital,
producto de la sagaz interpretación realizada por algún crítico en relación a
alguna propuesta artística. Leeremos acertados textos basados en el
conocimiento de la materia por parte de algún experto, no cabe duda. Pero al
mismo tiempo, seremos testigos de la bochornosa actitud de algunos medios
generalistas buscando la noticia a costa de la ridiculización del sector
artístico.
Cada
año vemos en los noticiarios la misma cantinela. Que si “juzguen los señores
telespectadores si un vaso medio lleno de agua es arte”, Que si “estas escobas, estos cubos de fregona, estos barreños…”, en
fin, lo de siempre. El Matías Prats de turno ofreciendo su experta opinión a
los televidentes. Y todo acompañado del tono juicioso que nos llega en forma de
sorna condescendiente hacia estos chiflados que hacen “arte”. Y, por favor, no
se me entienda mal, no es que me moleste que se cuestione el arte. Lo que me
enerva es que se haga desde el obscurantismo. Es saludable atender a una
crítica negativa si está sustentada en el conocimiento. Sin estar de acuerdo en
lo que se nos dice, si se nos dice a través de un discurso sensato, documentado
y bien argumentado, uno no puede más que guardar el respeto al interlocutor. Pero
cuestionar la validez de cualquier trabajo artístico sin tener una noción
básica de historia, conceptos y
filosofía del arte, me parece un atrevimiento de bajo presupuesto intelectual. De mentecato, vaya. Valorar sin
referencias es en cierto modo vanagloriarse de participar en la necedad
extrema. Claro que, cabe decir, la ignorancia es muy atrevida.
Imaginemos
a un periodista dando su opinión acerca de algún novedoso descubrimiento físico
en el campo de la dinámica de fluidos sin tener, perdonen la expresión, ni
puñetera idea. Imaginen que su mensaje tuviera el propósito de desautorizar al
completo colectivo de físicos de una generación, “Señores espectadores, juzguen,
¿es esto ciencia?” Coincidirán en que un caso así no va a abrir ningún
telediario en este país. Cuando se da una noticia sobre algún tema
especializado, los medios generalistas normalmente no suelen jugársela y buscan
a un experto. Sin embargo, ¿cuántas veces se permiten la libertad de atacar al
colectivo del arte, tildando a su gente de charlatanes extravagantes? Ojo, con
ello no digo que no hayan vendehumos en el gremio, como en cualquier otro. Lo
que digo es que para estar en disposición de hacer una crítica demeritoria
sobre algo, hace falta estar familiarizado con la temática que vas a tratar.
Cuando
se decide en las oficinas de una redacción ir a por el morbo y generar dudas en
la población con respecto al arte de su época, en lugar de tratar de informar y
realizar una labor educativa, lo que se está haciendo es perpetuar y ensanchar el
distanciamiento del gran público con el arte. Ya decía Ortega y Gasset en su Deshumanización del arte que “todo el
arte joven es impopular”. Cuando una persona está delante de una obra y no la
comprende por no estar familiarizada con el lenguaje, puede suceder que se sienta
sobrepasada. Es común que este sentimiento de paso a un intento de rebajar al
objeto, reafirmándose uno con ello: “no soy yo quien no llega, es la obra la
que es una mierda, por eso no se entiende”. Pues eso es lo que hacen los medios
generalistas de nuestro país, adoptan justo esa actitud y la esparcen,
sembrando el dilema que sostiene (y se sostiene en) la incultura.
Voy
a acabar diciendo que tenía pensado en un primer momento escribir este texto
una vez acabada la feria, pero luego he optado por la fórmula de publicarlo
antes del comienzo del evento, para anticiparme a las tonterías que vamos a
escuchar. Para anticipar, ojalá me equivoque, el juego mediático fatuo que
seguro se va a producir.
C.D.
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