13.4.16

ENTREVISTA: YOLANDA DOMÍNGUEZ


Imagen: Yolanda Domínguez. Globos, 2014.

Sin duda, Yolanda Domínguez (Madrid, 1977) es una artista/activista comprometida con el arte social y de protesta. Desde hace ya algunos años, sus proyectos –mayoritariamente acciones– son virales internacionalmente. La entrevistamos para conocer su opinión acerca del estado actual del arte en términos de género en nuestro país.

CD ­– Como artista, aparentemente das prioridad al activismo político-social, dejando en un segundo plano, el sentido estético. Dicho de otro modo, en tu obra parece prevalecer el fondo sobre la forma. ¿Hasta qué punto es el arte prescindible en tu labor? ¿Qué ofrece el arte a tu mensaje que no sea capaz de ofrecerle otro campo como el periodismo, la publicidad, la actividad política o la educación social?

YD ­– No creo que deje en segundo plano el sentido estético, la estética es la forma a través de la que me comunico y yo utilizo la imagen como vía de expresión. Otra cosa es que estéticamente sea bella o no. Lo que yo busco es una estética eficiente con el mensaje que quiero expresar. Mis acciones tienen una estética estudiada que se presenta por medio de una escena en una situación de la vida real y otra en forma de vídeo cuando las ves online. El arte y la publicidad pueden coincidir en formatos y eso no significa que sean sustituibles o que cumplan la misma función, lo que les diferencia es el objetivo, la publicidad busca vender un producto y su pieza está destinada a manipularte y el arte busca transmitir algo (idea, crítica, deseo, temor…) sin intentar vender un producto a través de ello. No es el formato el que define si algo es arte o no lo es, sino la intención del creador a la hora activarlo. Todas mis propuestas tienen una intención artística porque buscan transmitir una crítica o retratar algo característico de nuestro tiempo y para ello recurro al formato que considero más conveniente. El arte (que hoy no es necesariamente algo estéticamente bello) no es prescindible en mi trabajo sino que es lo más importante: es el posicionamiento desde el que emito mi mensaje.

CD ­­– Declaras que: “no necesitamos más objetos, necesitamos experiencias que conecten a las personas, artistas que generen sinergias y campos de acción, no para hacer soñar al espectador sino para despertarle del sueño”. ¿Todo arte debe ser político?

YD – No, claro que no. El arte puede servir para expresar todo aquello que quiera el artista, esto puede ser una crítica social o no. Por otro lado también se puede ser activista desde otros sectores diferentes al arte: desde la educación, como consumidor, como ciudadano… A mí los proyectos que más me emocionan son los que plantean algún compromiso con la realidad social, pero eso no significa que todos los artistas tengan el mismo gusto. Yo también puedo disfrutar de una melodía que me recuerde la melancolía del otoño y no es un arte necesariamente político. Cuando digo que no necesitamos más objetos me refiero a que los objetos suelen ser contemplativos y transmiten mensaje en un solo sentido: creador-recepto. Yo intento generar propuestas que inviten al espectador a hacer algo y su respuesta puede ser inesperada y creativa. La acción es una forma más potente de activar a las personas y transformarlas.

CD – Uno de tus últimos trabajos, “Niños vs. Moda” (2015), tuvo recientemente una gran repercusión mediática internacional. En esta propuesta, tratas el tema de la publicidad como medio adoctrinante del machismo, a través de la mirada incorrupta de niños y niñas. Teniendo en cuenta que el futuro está en las nuevas generaciones, ¿qué medidas consideras más urgentes en el ámbito de la educación para la igualdad?

YD – Intento crear consciencia del poder de la imagen como elemento clave en el cambio social, enseñar a ver imágenes y filtrarlas y entender los mecanismos a través de los que opera la publicidad y los mass media es fundamental para que sean mucho menos dañinos. Pero también es necesario tener presente esa dimensión social a la hora de producirlas. Es urgente que los que generan imágenes se comprometan más en ese aspecto y se hagan responsables de lo que generan sus imágenes. Una de las claves de mi trabajo es que utilizo las mismas formas y los mismos canales que usan los mass media para llegar precisamente a las personas que consumen este tipo de contenidos, creo que son mucho más eficientes que si cuelgo una pieza exclusiva en la pared de una galería a la que acceden muy pocas personas y con un perfil muy determinado. Si quieres llegar a públicos diferentes hay que utilizar lenguajes diferentes.

CD – Y con respecto a la población adulta, ¿hay esperanza? ¿Se puede modificar la mentalidad de personas que se cierran en banda participando de la perpetuación de los estereotipos de género y el machismo todavía imperante?

YD ­– Claro que se puede, yo empecé a interesarme por este tema cuando ya era adulta y aún sigo aprendiendo y descubriendo cosas. Quizás, como decía antes, sea una cuestión de adaptar las formas para llegar a los que no estamos llegando. Algo que funciona muy bien es el humor. La risa es liberadora y sitúa a las personas en el mismo bando (si los dos nos reímos de algo estamos unidos). Hay otras formas con las que la gente no conecta, es cuestión de ser flexible e ir probando.

CD ­–Las redes sociales posibilitan la participación activa ciudadana en la generación de opinión y su difusión. Es ya una obviedad que los debates se han democratizado, trasladándose a Internet. Para quienes estáis en la lucha antisexista, ¿merece la pena el esfuerzo de rebatir los argumentos de quienes critican el feminismo? ¿Qué le dirías a las personas que puedan opinar que tu trabajo es oportunista, desproporcionado y que ves fantasmas donde no los hay?

YD – Las redes sociales son una herramienta fantástica para difundir rápidamente tu discurso, también muy democrática porque es la gente la que decide si darle visibilidad y relevancia al compartirlo. Para rebatir argumentos no sé si son la mejor opción. Si se trata de algo concreto puede funcionar pero si requiere una explicación larga es imposible hacerlo en un comentario de Facebook. Por otro lado el tono se puede malinterpretar y a veces el debate desemboca en ataques personales que no llevan a ninguna parte y son una pérdida de energía.

CD – En los años ochenta nació en Nueva York el grupo Guerrilla Girls. Denunciaban (y todavía lo hacen) la escasa presencia de mujeres artistas en las instituciones de arte moderno en una época en la que las mujeres estaban desempeñando un papel fundamental en el arte experimental. Para ello, se armaron de datos estadísticos y mucho humor. ¿Qué papel tiene el humor en el arte feminista?

YD – Yo creo que es muy característico del momento actual, es una forma de que no nos cierren puertas, parece que con el humor no estás atacando aunque si lo hagas. Por otro lado es una forma de vencer el conflicto, cuando te puedes reír de algo te liberas de ello. Y si algo te hace reír tienes ganas de más.

CD – Es una evidencia que el relato oficial de la historia del arte ha promovido la invisibilidad de las mujeres artistas. Desde hace un tiempo, como solución a esta problemática, es frecuente ver libros en los que se presentan listas exclusivamente de mujeres artistas. Pero ¿estas publicaciones no marginan y encasillan en cierto modo a las mujeres artistas, separándolas de los movimientos e influencias de su época, de los cuales, por cierto, han formado parte?

YD – Creo que es una forma tan válida como otras de intentar que la situación cambie. Puede que a algunos les genere rechazo pero gracias a eso esas mujeres son visibles y quizás de otra forma no lo serían. Quien piense que no es una estrategia efectiva por favor que proponga otra que estaremos encantadas de probarla.

CD – Ninguna mujer española ha ganado el premio Velázquez de Artes Plásticas, siendo la colombiana Doris Salcedo la única mujer en ganarlo. Ninguna artista ha ganado el Príncipe de Asturias de las Artes. De 18 ediciones del Premio Nacional de Artes Plásticas, solamente hay cuatro premiadas. Además, según la Asociación de Mujeres en las Artes Visuales (MAV), en la colecciones permanentes de los museos de arte contemporáneo solo un 13% de las obras son de artistas españolas. ¿Se están llevando a cabo los esfuerzos necesarios desde las instituciones para romper el llamado techo de cristal? ¿Qué opinas de la discriminación positiva en el arte?

YD – También la considero una estrategia necesaria en cualquier ámbito hasta que los equipos de personas estén equilibrados. Estoy a favor de cualquier iniciativa que conciencie de la desigualdad (que es lo que hace en primera instancia la discriminación positiva, señalar el conflicto) y por supuesto que active el cambio. Creo que MAV está haciendo una labor encomiable por el beneficio de todas las mujeres artistas.

CD – Siguiendo con las estadísticas de la MAV, más del 60% del alumnado de Bellas Artes en España es femenino; sin embargo, de las 973 exposiciones individuales inauguradas en la última década en 22 centros de arte en España, solo un 20,5% son de mujeres (10% si hablamos de mujeres españolas). ¿Qué dices de todo esto?

YD – Es alarmante que las facultades estén llenas de mujeres y tan pocas ocupen puestos relevantes y es algo que nos compete a todas y todos. Creo que esta diferencia viene motivada por muchas causas, no sólo una, y es necesario incidir en todas ellas: la educación, la diferencia salarial, la falta de referentes, la conciliación familiar… 

CD – ¿Piensas que tu carrera artística habría sido o sería diferente si hubieras nacido hombre?

YD – Estoy convencida, mi trabajo surge de mi necesidad de entender quién soy y cómo me relaciono con mi contexto social. Si fuera hombre probablemente mis inquietudes serían distintas. También creo que influye en mi manera de enfrentarme a mi trabajo y en cómo los demás lo perciben.

CD – Como artista, ¿dónde radica el éxito?

YD – Para mí en estar orgullosa de mi trabajo y poder compartirlo con el mayor número de personas posible.

CD – Para terminar, una complicada: ¿podrías contestarme de forma breve qué es el arte?

YD – Un medio de comunicación vital para el ser humano. Nada complicada :P


4.2.16

ARCO Y LOS JUEGOS FATUOS






















Escribo esto con ARCO a la vuelta de la esquina (hoy faltan poco menos de 20 días) y con ello comienza la cuenta atrás para que empiece el espectáculo. En esta feria, como sucede en todas, habrá arte malo, regular, bueno y superior. Cada cual sacará sus propias conclusiones. Cada espectador que aguante su vela. La organización de un evento de semejante envergadura no debe ser fácil, así que creo que hay que dar cierto margen a las expectativas y no acudir a la feria con una actitud demasiado crítica a priori. Hablando desde la subjetividad, me permito afirmar que habrá cosas que nos gusten y cosas que no. Pero, en mi humilde opinión, entiendo que para alguien que entra en ARCO con el fin principal de disfrutar a nivel estético, sin olvidar que se trata de una feria y eso significa negocio, es mejor recorrer las calles del recinto de IFEMA con la mirada limpia, paseando por los stands con la mente abierta a recibir alguna que otra grata sorpresa. Siempre, o casi siempre hay alguna sorpresa.  Siempre, o casi siempre hay alguna pieza que te vapulea, conmueve o te lleva a la reflexión. Placer estético, en definitiva. Y con que suceda en unas pocas ocasiones durante el recorrido, ya habrá valido la pena.

Otro tema será el concerniente a los medios de comunicación. Algunos medios especializados nos ofrecerán documentos a la altura de nuestros intelectos ávidos de información y crítica de calidad. En el correr de los ríos de tinta de las semanas posteriores a la feria, tendremos la oportunidad de tener entre nuestras manos alguna que otra exquisitez, ya sea en papel o en formato digital, producto de la sagaz interpretación realizada por algún crítico en relación a alguna propuesta artística. Leeremos acertados textos basados en el conocimiento de la materia por parte de algún experto, no cabe duda. Pero al mismo tiempo, seremos testigos de la bochornosa actitud de algunos medios generalistas buscando la noticia a costa de la ridiculización del sector artístico.

Cada año vemos en los noticiarios la misma cantinela. Que si “juzguen los señores telespectadores si un vaso medio lleno de agua es arte”, Que si “estas escobas,  estos cubos de fregona, estos barreños…”, en fin, lo de siempre. El Matías Prats de turno ofreciendo su experta opinión a los televidentes. Y todo acompañado del tono juicioso que nos llega en forma de sorna condescendiente hacia estos chiflados que hacen “arte”. Y, por favor, no se me entienda mal, no es que me moleste que se cuestione el arte. Lo que me enerva es que se haga desde el obscurantismo. Es saludable atender a una crítica negativa si está sustentada en el conocimiento. Sin estar de acuerdo en lo que se nos dice, si se nos dice a través de un discurso sensato, documentado y bien argumentado, uno no puede más que guardar el respeto al interlocutor. Pero cuestionar la validez de cualquier trabajo artístico sin tener una noción básica de historia, conceptos  y filosofía del arte, me parece un atrevimiento de bajo presupuesto intelectual. De mentecato, vaya. Valorar sin referencias es en cierto modo vanagloriarse de participar en la necedad extrema. Claro que, cabe decir, la ignorancia es muy atrevida.

Imaginemos a un periodista dando su opinión acerca de algún novedoso descubrimiento físico en el campo de la dinámica de fluidos sin tener, perdonen la expresión, ni puñetera idea. Imaginen que su mensaje tuviera el propósito de desautorizar al completo colectivo de físicos de una generación, “Señores espectadores, juzguen, ¿es esto ciencia?” Coincidirán en que un caso así no va a abrir ningún telediario en este país. Cuando se da una noticia sobre algún tema especializado, los medios generalistas normalmente no suelen jugársela y buscan a un experto. Sin embargo, ¿cuántas veces se permiten la libertad de atacar al colectivo del arte, tildando a su gente de charlatanes extravagantes? Ojo, con ello no digo que no hayan vendehumos en el gremio, como en cualquier otro. Lo que digo es que para estar en disposición de hacer una crítica demeritoria sobre algo, hace falta estar familiarizado con la temática que vas a tratar.

Cuando se decide en las oficinas de una redacción ir a por el morbo y generar dudas en la población con respecto al arte de su época, en lugar de tratar de informar y realizar una labor educativa, lo que se está haciendo es perpetuar y ensanchar el distanciamiento del gran público con el arte. Ya decía Ortega y Gasset en su Deshumanización del arte que “todo el arte joven es impopular”. Cuando una persona está delante de una obra y no la comprende por no estar familiarizada con el lenguaje, puede suceder que se sienta sobrepasada. Es común que este sentimiento de paso a un intento de rebajar al objeto, reafirmándose uno con ello: “no soy yo quien no llega, es la obra la que es una mierda, por eso no se entiende”. Pues eso es lo que hacen los medios generalistas de nuestro país, adoptan justo esa actitud y la esparcen, sembrando el dilema que sostiene (y se sostiene en) la incultura.

Voy a acabar diciendo que tenía pensado en un primer momento escribir este texto una vez acabada la feria, pero luego he optado por la fórmula de publicarlo antes del comienzo del evento, para anticiparme a las tonterías que vamos a escuchar. Para anticipar, ojalá me equivoque, el juego mediático fatuo que seguro se va a producir.

C.D.

2.2.16

ENTREVISTA: MERCEDES PIMIENTO

Imagen: © Mercedes Pimiento. Sin título, 2014. Escayola, cuerda y manta. 

En un entorno, el del arte, en el que se escuchan tantas voces, provenientes de medios de comunicación, comisarios, directores de museos, galeristas, coleccionistas, aficionados y demás,  se antoja como una necesidad fundamental, presentar la versión que da el artista de lo que sucede. Esta que nos ocupa, forma parte de una serie de entrevistas que se realizarán a diversos artistas con el objetivo de llevar a cabo una aproximación al panorama actual del arte en nuestro país desde la visión de los verdaderos protagonistas.

Viendo la obra de Mercedes Pimiento (Sevilla, 1990), lo primero que se intuye es su gusto por la imagen poética a partir de la sofisticación formal. Sus piezas se conforman a partir de mínimos elementos y se presentan siempre de forma elegante, limpia, sin abalorios.

Cuchillo Distópico - ¿Qué viene antes, el discurso o el objeto?
Mercedes Pimiento - Vienen uno de la mano del otro y se van influyendo mutuamente. Mi discurso está muy relacionado con el objeto, con la relación con lo físico, lo matérico… Hay piezas que surgen a raíz de objetos o elementos encontrados, por ejemplo, pero hay otras en las que una idea me lleva a buscar los materiales o el medio concreto para desarrollarla. De cualquier forma, creo que las obras o los proyectos más interesantes, o los que pueden marcar más una diferencia, son aquéllos en los que tanto la forma como la idea se mantienen abiertas durante todo el proceso. Cuando proyectas una pieza y una vez realizada es exactamente igual a la idea, tal vez te preguntas si el proceso de ejecución era necesario o si aportaba algo nuevo al proyecto.

CD – Tus trabajos indagan en temas universales como el ser humano y su relación con el entorno natural, o la incidencia del capitalismo en el mundo, y, a la vez, desprenden intimismo. Ese intimismo, ¿es una estrategia de aproximación al espectador o es algo que sale solo? ¿Cuánto hay de autobiográfico en tu obra?
MP -  Tiene una parte autobiográfica, en tanto que el punto de partida de mi trabajo suele ser mi propio entorno, la realidad más inmediata, aunque trato de llevarlo a un plano más universal, como tú has dicho, sin pretender reflejar ninguna situación personal concreta. De igual forma, creo que ese carácter intimista viene del hecho de que trabajo a partir de lo que tengo, a partir de mi contexto. En este momento no tendría sentido para mí trabajar en proyectos exuberantes, porque no tengo los medios para ello y porque tampoco es algo que me interese ahora mismo, o que me parezca necesario. Intento, de alguna forma, compartir a través de mi trabajo una mirada cercana de la realidad que nos rodea. Sí que es cierto que suelo tener bastante en cuenta al espectador a la hora de formalizar mi trabajo. A partir de una idea, trato de pensar cuál sería el medio idóneo para desarrollarla. Intento ponerme en la piel del espectador que se enfrente a una pieza que no conoce y tener en cuenta que no se experimenta de la misma forma, por ejemplo, un objeto, que una fotografía o un dibujo de ese mismo objeto.

CD – Perteneces a una generación de artistas que parece inmersa en una continua competición. ¿Cómo se vive el tener que estar siempre pendiente de las convocatorias de premios y becas artísticas? La competición, ¿no desvirtúa el arte?
MP – Es cierto que todo lo relacionado con los premios y becas ocupa bastante tiempo, y luego normalmente los tiempos para desarrollar los proyectos son cortos, con lo cual se acelera todo y vives siempre en una cuenta atrás de fechas de entrega. Tal vez esto le confiere al arte emergente un carácter de una cierta obsolescencia programada que lo hace, si cabe, aún más sintomático de nuestro tiempo.

CD - Los fallos de los premios y becas que vemos publicados, frecuentemente informan de la calidad de los proyectos/trabajos presentados a las convocatorias y de la dificultad de tomar decisiones de los jurados. Como participante, quizá te haya sucedido alguna vez que han rechazado un trabajo tuyo en un premio, y acto seguido lo han premiado en otra convocatoria. ¿En qué medida se puede valorar objetivamente el arte?
MP - Creo que se puede valorar subjetivamente pero con criterio. En una entrevista le preguntaron a Duchamp que qué era el gusto y él contestó que “Una costumbre. La repetición de una cosa ya aceptada”.  Creo que, al igual que en cualquier otro campo, hay una serie de líneas de trabajo transversales, tanto formales como teóricas, que más o menos todos conocemos y en mayor o menor medida compartimos, unas más relacionadas con contextos específicos, otras internacionales…  Lo interesante es que en todo momento esas líneas se pueden transgredir, ignorar, subvertir, o bien seguir dogmáticamente. Al final el gusto, como tantas otras cosas, es una negociación constante.

CD – No sé si estás de acuerdo con que en el sector del arte, como en el resto, a veces se ensalzan injustificadamente figuras mediocres. ¿Por qué crees que se produce? ¿Qué es lo que falla?
MP - Puede ser, pero creo que es un sector bastante crítico y que, si en algún momento esto sucede, se debe más a una cuestión comercial o de marketing que a una falta de criterio.

CD –Podría decirse que existe un distanciamiento entre las prácticas artísticas más vanguardistas y la mayor parte de la sociedad. ¿A quién hay que atribuirle la culpa: a los artistas, a las instituciones, a los medios informativos, al sistema educativo…?
MP   Sí, creo que este es uno de los mayores obstáculos a los que se enfrenta el arte contemporáneo, y supongo que todos tenemos parte de la culpa: desde el sistema educativo en el que muchas veces es complicado simplemente atraer la atención de los estudiantes y en el que no se da ninguna importancia a las enseñanzas artísticas (no solo las artes plásticas, sino la música, las artes escénicas… y en general, cualquier tipo de conocimiento sensible que se aleje del pensamiento lógico-deductivo), hasta los artistas y el resto de agentes del arte contemporáneo que a menudo nos olvidamos del gran público y del carácter relacional del arte, pasando por gran parte de los medios de comunicación generalistas que se empeñan en reproducir estereotipos y reflejar una visión totalmente distorsionada del mundo de arte. Hace falta, y en muchos casos ya se está haciendo, un trabajo de mediación comprometido, que busque traspasar la endogamia del circuito del arte y tender puentes con la sociedad.

CD – ¿Confías en un futuro próspero para tu trabajo? ¿Y para el arte en general?
MP   Confío en seguir trabajando. La prosperidad supongo que dependerá de la situación, del contexto… Aunque no es lo que más me preocupa. Si tengo que compaginarlo con otro trabajo para mantenerme, tampoco pasa nada. La docencia me encanta, por ejemplo, y está relacionada con la mediación comprometida con la sociedad de la que hablábamos en la pregunta anterior.
Para el arte —el mercado del arte— sí, seguro. Hay demasiadas relaciones, demasiados agentes y demasiados intereses como para que deje de funcionar. Además, si el sistema ha sobrevivido a estos últimos años…
Para el arte en sí —como investigación, como manifestación cultural — también. Creo que es algo intrínseco al ser humano. Se ha seguido haciendo arte durante guerras, posguerras, crisis… y en cualquier otro momento, aunque no haya sido reconocido socialmente o no aparezca en los libros de historia. Creo que seguirá habiendo arte, siempre y cuando no acabe por fusionarse con el diseño y el marketing.

CD - Como artista, ¿dónde radica el éxito?
MP - Uf, no lo sé. Supongo que en ser capaz de mantener una relación sana con el mercado —ser capaz de vivir de esto pero manteniendo la independencia de tu trabajo.

CD - Para terminar, una complicada: ¿podrías contestarme de forma breve qué es el arte?
MP -  Para mí es, por un lado, una forma de acercarse al mundo y compartirlo; por otro, un lugar en el que proponer cosas.

29.1.16

ENTREVISTA: MANUEL CASELLAS

Imagen: © Manuel Casellas.

En un entorno, el del arte, en el que se escuchan tantas voces, provenientes de medios de comunicación, comisarios, directores de museos, galeristas, coleccionistas, aficionados y demás,  se antoja como una necesidad fundamental, presentar la versión que da el artista de lo que sucede. Ésta que nos ocupa, forma parte de una serie de entrevistas que se realizarán a diversos artistas con el objetivo de llevar a cabo una aproximación al panorama actual del arte en nuestro país desde la visión de los verdaderos protagonistas.

Manuel Casellas (Sevilla, 1979) es un artista que hay que tener en cuenta si echamos un vistazo a los diversos proyectos que ha realizado en estos últimos años. Ojeando su currículum, uno comprueba que Casellas está en el candelero entre los, a veces mal denominados, emergentes. Para quien no conozca su trabajo, y no tenga, o haya tenido la oportunidad de visitar alguna de sus exposiciones, basta con acceder a su página web para darse cuenta de que ahí hay decisiones.

Cuchillo Distópico – Pareces dar importancia a la poética en tu trabajo. ¿Cómo surge la idea para una pieza?
Manuel Casellas – Creo que lo poético, me permite revelar ciertas partes incomprensibles de las cosas. Acercarme más a la cosa en sí, a su cosicidad. Conocer lo que me rodea tal y como verdaderamente es, no cómo aparenta ser.
Respecto a cómo surgen las ideas que me empujan a desarrollar mi trabajo, no creo que emplee un patrón definido, ni siquiera tengo una metodología clara. Algunas de mis obras parten de una reflexión previa sobre algo que me interesa abordar y otras las desarrollo desde la mayor incertidumbre que me genera el desconocimiento, parcial o absoluto, de aquellos temas que me inquietan. Pero en ambos casos, creo que el punto de partida está en la intuición. La intuición de que en una temática conocida existen muchas incógnitas que descifrar o desde la intuición  de que una nueva relación de objetos, técnicas y lenguajes pueden aportar un nuevo conocimiento. Una nueva forma de entender el orden y relación de nuestro entorno que puede extrapolarse a la vida cotidiana, al contexto más próximo que nos rodea.

CD – ¿En qué medida tu trabajo es político y qué persigues con ello?
MC – Mi trabajo más reciente puede considerarse político por ser contextual, por ser relacional y abierto, en definitiva nada nuevo dentro de los “estatutos” contemporáneos y aunque también lo han calificado en alguna ocasión de posmoderno, por su carácter conceptual, nunca me he sentido condicionado a realizar un tipo de arte determinado.
Quizás esto tiene más relación con las distintas fases de maduración o desarrollo por las que pasa o puede pasar un artista. Ahora en nuestro país se está liberando una batalla política y social que  me interesa como individuo dentro de este contexto. Pero aun así, no persigo ningún fin concreto.

CD – El arte, ¿puede cumplir su función o está domesticado por el mercado?
MC – Cuáles son o deberían ser las funciones del arte, no lo tengo muy claro. Pero si considero que debería servir para crear primero una nueva conciencia individual y segundo, una nueva conciencia social. Es decir, crear un hombre en minúscula, capaz de crear un nuevo Hombre en mayúscula.
Esto que considero elemental dentro del campo del arte, claro que está condicionado o puede verse influenciado por el mercado del arte, ya que estos obviamente tienen sus propios intereses mercantiles y sitúan el valor comercial o económico de una obra y su valor cultural en distinto plano.

CD – ¿Quién compra arte? ¿Quién consume tu trabajo?
MC – No creo que sea yo el más indicado para contestar esta pregunta, pero creo que actualmente no hay nuevos agentes que compren arte. La mayoría de las veces son los mismos: instituciones públicas, privadas y coleccionistas. Una ley de mecenazgo con un impuesto reducido podría abrir el campo de compradores, no hay dudas.
Actualmente mi trabajo no lo consume nadie. Y creo que esto se debe a que parte de mi obra más reciente se ha alejado de lo objetual y por ello de lo comercial. Bromeando un poco podría decir que mi obra se ha autoconsumido sola de forma literal y figurada.

CD – Formas parte de una joven generación de artistas que parece depender de convocatorias de premios y becas artísticas. ¿Existe en España otra posibilidad para despegar?
MC – En colación a la respuesta anterior y aunque no haya vendido casi nada de forma directa, a través de becas de producción o residencia y algún que otro premio he podido seguir desarrollando mi trabajo. A veces de forma muy precaria y otras no tanto, pero sí, en España parece que los artistas somos una especie de animal en extinción que dependemos, en la mayoría de los casos, de premios y becas, ya no como vía de despegue, sino como vía para mantener los pies en el suelo y seguir caminando paso a paso.

CD – En el arte, como sucede en otros sectores laborales, se tiende a mirar el currículum. Este hecho, ¿dificulta la visibilidad de los artistas que están empezando? ¿Cómo se rompe esa barrera?
MC – A mí, realmente lo que me interesa de un artista es la obra, no dónde ha expuesto o dejado de exponer o qué premios ha recibido. Pero también es innegable que los artistas que conozco con buen currículum, tienen trabajos excelentes. De hecho, veo poco probable conformar un buen currículo sin un buen discurso y un buen trabajo. Por lo tanto, el único camino que conozco para tener reconocimiento, que no visibilidad, es desarrollar un trabajo interesante, con sentido y sin prisas.

CD – Según lo que tú has podido ver desde dentro, ¿existe el clientelismo en el arte?
MC – En ningún momento he visto que eso suceda entre los compañeros que conozco. No digo que no pueda ocurrir, sino que yo no lo he percibido.

CD – Como artista, ¿dónde radica el éxito?
MC – El éxito no tiene fórmula pero seguro que a él se llega, si se llega, fracasando constantemente.

CD – Para terminar, una complicada: ¿podrías contestarme de forma breve qué es el arte?
MC – Para mí siempre ha sido una vía de conocimiento, una herramienta que me ha permitido madurar como persona, conocerme a mí mismo y por supuesto conocer el entorno que me rodea y que va más allá de lo sensitivo. 

18.9.15

EL ARTE SILENCIOSO

















Asombrosamente, la crisis económica parece estar originando numerosos proyectos de promoción y venta de arte por todo el país. Supongo que el sector cultural, es decir la gente que trabaja en él, está haciendo todo lo posible, sin escatimar esfuerzos, para que esto de la cultura no se apague. El panorama resulta curioso, cuanto menos. Pese al desamparo causado por la caída de la venta de arte, cada año surgen nuevas ferias de arte contemporáneo en España, ya sea promovidas por instituciones públicas, asociaciones culturales o por el sector privado. Parece que cada ciudad quiere tener su propia feria o bienal. Y hasta ahí bien.

El problema, a mi modo de ver es que el sector se agarra a un clavo ardiendo y ello favorece al arte más vendible, más comercial si se me permite la expresión, dejando poco hueco para el arte más innovador, más arriesgado y, a priori, menos popular.

Vivimos en una sociedad que cada vez va más deprisa. Esto, en lo que respecta al mundo del arte, se traduce en el ascenso de un tipo de arte que ofrece una modalidad de goce estético inmediato. O dicho de otro modo: un arte fácil de digerir.

Cada vez más, las ferias se llenan de trabajos de gran impacto a primera vista, pero carentes de pretensión innovadora. Aquello que se publicita como el “arte emergente”, el realizado por los “elegidos” para abanderar la vanguardia nacional, tampoco dice nada nuevo. Y es que creo que lo que falla a veces es el criterio de quien mueve los hilos en nuestro ámbito. Artistas que innovan los hay. Artistas que toman la decisión de arriesgar los hay, pero con ello quedan expulsados a un paisaje desolador sobrevolado escasas veces por los buitres que mueven el cotarro.   

Hace poco, hablando con un buen amigo sobre este tema, me dijo que apreciaba en la sociedad una tendencia a leer únicamente titulares. Ponía el ejemplo de la descomunal cantidad de información que recibimos a través de internet. Cada vez se leen menos textos largos. Los periódicos se ojean por encima. No disponemos de tiempo para profundizar en nada. O no nos tomamos el tiempo, habría que decir. Nos estamos acostumbrando a la información rápida. Y esto se puede ver por todas partes. Si observamos los “muros” de las redes sociales, podemos llegar a una conclusión bastante evidente: existe una especie de estrés generalizado por la búsqueda de “likes”. Muchos creadores, da la sensación de que trabajan inmersos en un proceso comunicativo cuyo máximo objetivo es obtener la mayor cantidad de “megustas” en el menor tiempo posible. Y lógicamente, los impulsivos dedos sobre el gatillo del ratón que dispara imágenes de manos con el pulgar hacia arriba, se activan con mayor facilidad ante las imágenes de impacto visual. Da igual si son imágenes vacías, si impactan es lo que parece importar. Da igual si carecen de mensaje o si el mensaje que llevan implícito está masticado hasta la saciedad, si la imagen es “cool” ya vale.

Esta tendencia es la misma que aprecio en muchos (no todos, para ser justos) de los grandes eventos de arte contemporáneo. En las ferias de arte de nuestro país, una gran cantidad de trabajos que se cuelgan en las paredes, pertenecen a esa categoría de fácil digestión y “megusta” rápido.

En contraposición a esta categoría, y como ya he dicho, existe un arte realizado por creadores que no se dejan llevar por el “mainstream” del arte. Se antoja complicado no caer en la misma predilección. Imagino que para el creador que apuesta por hacer algo que no se quede en lo anecdótico, debe ser descorazonador ver cómo su arte no obtiene ni la mitad de repercusión mediática que la que obtiene un arte facilón basado en gritar más alto.

Por todo ello, desde aquí quiero romper una lanza a favor de los artistas que aspiran a remover mentes, profundizando en lo poético y generando discursos complejos alejados del ruido gratuito. En verdad son ellos la vanguardia, aunque una vanguardia invisible. Ellos son los valientes, pues ellos asumen el alto precio de realizar un arte que suponga un verdadero reto intelectual para el espectador, poniéndolo en aprietos.

Agradar a la mayoría es fácil. Lo difícil y trabajoso es hacer algo inteligente de verdad. En mi humilde opinión, las personas que se dedican de una u otra manera a la promoción del arte, deberían tomar buena nota de ello. Yo al menos, desconfío cada vez más del arte que le gusta a todo el mundo.


C. D.

29.5.15

EL ARTE-IGNORANTE




















Tengo la impresión de que muchos artistas jamás se han planteado seriamente una definición de arte. Por descontado, mucho menos han hecho el esfuerzo de leer algo de filosofía del arte para tener una mínima idea de las teorías que existen al respecto. No entraré hoy en un análisis revisionista de estas teorías, pero soy de la opinión de que un artista que se precie debe tener curiosidad por saber a qué está dedicando su tiempo. Quien hoy en día jamás se haya preguntado en qué consiste la ocupación conocida como arte no puede ser un verdadero artista. Después de todo, qué sentido tiene el arte de nuestros tiempos, sino precisamente replantear la propia definición de arte una y otra vez.

A lo largo de mi vida, he podido comprobar cómo funciona el arte en este país, y hay un asunto que veo oportuno abordar. Se trata de la temática del denominado artista de provincias. Para que nos entendamos, me refiero a ese individuo, muchas veces conocido como “maestro”, popular entre los que ignoran de arte e impopular entre los entendidos. Ese creador desfasado en sus manidas temáticas, cansino en sus formas y fanfarrón en su actitud, que no cesa de inaugurar exposiciones para alegría de sus seguidores  y punzadas estomacales de los que se han trabajado el buen gusto. Y es que sí, además de poseer cierto grado innato del mismo o carecer de él de forma natural, el buen gusto hay que ganárselo. Y con ganárselo quiero decir tener inquietud y actividad cerebral con respecto al campo de interés que nos ocupa, en nuestro caso el arte.

Es totalmente lógica y asumible (no nos queda otra) la existencia de un arte simple, fácil y endeble. Vivimos, afortunadamente hay que decir, un panorama de libertad (o semi-libertad) en el que cada cual puede hacer lo que quiera. Conviene dejar claro que estoy totalmente a favor de que la gente quiera hacer arte. Es más, creo que todo el mundo debería aproximarse al arte por el bien de un mundo mejor. Pero dicho esto, tengo el convencimiento de que hace falta una mejor educación en arte, y en ese sentido creo que las instituciones públicas deberían poner más interés. Sería conveniente velar por el apartidismo de las instituciones públicas en el ámbito cultural. No se debe tolerar que se promueva el arte mediocre o malo desde lo público.  Para avanzar como nación, hay que garantizar que los mejores sean los referentes. Los mejores profesores, los mejores cirujanos, los mejores arquitectos, los mejores ingenieros… y, por supuesto, los mejores artistas.

Hay demasiados “Justinbieberes” que se cuelan en los espacios públicos para el arte. Y la culpa no es de estos artistas, sino de quienes los aúpan privilegiadamente, dándoles visibilidad. Existen muchos buenos y complejos artistas quedándose al margen mientras artistas domingueros son aplaudidos desde la ignorancia de una sociedad cada vez menos crítica. Y es que muchos de nuestros políticos gobernantes nos quieren así: siendo dóciles y entusiastas de lo mediocre.

Por todo esto, hago un llamamiento al sentido crítico, a la educación y a la valentía. Dejemos la gestión de la cultura pública a los más preparados, que en este país hay muchos. No permitamos que sean personas ignorantes quienes señalen qué arte debe prevalecer, pues así únicamente favoreceremos los intereses de la banalidad.

C. D.

22.4.15

EL HUMO COTIZA AL ALZA





















Hay personas que deciden dedicar su vida a encarnar el papel de “artista emergente”. Siempre emergente, para toda la vida. Un año tras otro, emergiendo sin parar, pero sin romper. Hay artistas que aguardan quién sabe qué, siempre a la expectativa, en un bucle profundo de desamparo y sinsentido. Emerger significa salir a la superficie. Es decir situarse bajo los focos, en el punto central de todas las miradas. Asumir el rol de “artista emergente”, que no emergido, es doloroso. Es recibir palmadas en la espalda para volver a aguardar en silencio a recibir una nueva palmada. Como un perro que conoce las bondades de una caricia y vive para la siguiente, con la cola entre las piernas y la cabeza gacha. Cuando emerger se convierte en una obsesión, el individuo “artista emergente” va apagándose, al tiempo que sus ideas se agotan. Es tan agotador tener que agradar a algunos señores que ostentan el poder en el mundo del arte, tan manido a veces y tantas veces putrefacto…

Es muy fácil que el “artista emergente” se corrompa convirtiéndose en un bufón, en un malabarista en búsqueda constante del nuevo truco, la nueva ilusión con la que asombrar al mundo, abandonando los valores auténticos, las ideas sinceras, los gustos personales y, en definitiva, la propia  identidad. Es tan fácil como dejarse llevar por la frustración del injustificable ensalzamiento del arte mediocre que tan a menudo sucede en nuestra sociedad. Y es que es tan fácil agradar cuando se quiere hacer simplemente eso… Es tan práctico “vender humo” que para qué esforzarse en hacer un arte justificado y complejo que además casi siempre deja insatisfecho al autor…

En fin, en resumidas cuentas, creo que este mundo necesita un buen vapuleo.

C.D.